Desde el siglo XIX, las ciudades han ido creciendo de forma intensiva, especialmente durante el siglo XX. La elevada concentración de edificios en zonas urbanas relativamente pequeñas modifica algunos elementos climáticos, como por ejemplo, la temperatura del aire o la velocidad y dirección del viento. Sin embargo, existen numerosos factores naturales que controlan el clima urbano, como la latitud, el relieve, la utilización de la tierra y la presencia de masas de agua.
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